El destino no puede ser
dejarse piel y uñas
pegadas a la tierra.
Acudir a la cita con la vida
pisando la yerba sin tiempo
y esquivar a la vieja conocida
que acalla verbos
y amarillea pergaminos.
Nada hay que aclare el misterio
del humilde silencio
cuando el cuerpo se libera del castigo
que comenzó gateando.
Aragüez/VientoDelSur.